Elefantes, leones, jirafas, ciervos,... Cadáveres de animales que, tan sólo por el horror que representa el ver sus cabezas exhibidas como simples trofeos para regocijo y disfrute de su propietario que, además, no dejaban ni un sólo espacio de las paredes de la amplia finca al descubierto. Dónde no se exhibían las elegantes cabezas de unos rinocerontes, aparecían valiosos cuadros, o pieles que cubrían los enormes suelos.
Sólo por el atentado y el daño infligido a la naturaleza, ya se merecería el peor de los castigos, aunque ni aún así se pudiera dar marcha atrás a los perjuicios llevados a cabo por tamaño monstruo.
Juan Antonio Roca, el cerebro de la trama de Marbella, además de llenar sus enormes palacetes de cuestionables trofeos, poseía obras de arte, armas, un tigre vivo, numerosas cabezas de animales de todas partes del mundo disecadas,... Innumerables posesiones que, junto a la extensión de sus propiedades y la cuantía de éstas, se me antojan un poco alejadas del alcance del sueldo de un asesor de urbanismo. Las cifras ascienden a unos 2.400 millones de euros. Aunque a mí se me vuelven escasos, si tenemos en cuenta los casos como éstos que quedan en silencio, que serán los más.
Esperemo equivocarme; lo prometo.
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