12 enero 2007
Transmetropolitan 4
A pesar de ser un bastardo hijo de puta de tres pares de cojones, Spider Jerusalem también tiene su corazoncito. El mismo que tuvo que ocultarse del decadente mundo con el que ahora ha de lidiar todos los días, y que tan sólo le deja expreser lo que aquél siente con sus letras, con sus artículos; en ellos deja de lado sus blasfemias, para poner un poco de orden en las cabezas desquiciadas de los millones de putrefactos seres que intentan emerger en una sociedad consumida desde sus entrañas, y que aún quiere seguir autodestruyéndose, a costa de las pequeñas historias humanas que aún puedan quedar en ella.
Ellis aparca por breves segundos (aun rescatándola en algunas ocasiones) su insidiosa y ofensiva verborrea, que actúa muchas veces como corrosivo sentido del humor, para mostrarnos un poco más a fondo el extraño mundo trasmetropolitano de alternativas y contrastes que rondara su cabeza y tan bien plasmado por Robertson, pero además se permite el lujo de descubrir un poco más a su protagonista, del que parece aún nos queda mucho por conocer, y que, como el mundo con el que tiene que enfrentarse, no puede definirse con la sola elección de los polos. Aunque, mejor reflejado que nunca el dicho popular en su propia persona, los extremos tiendan a acercarse.
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