Cuanto menos, y visto lo visto en el último capítulo de la quinta temporada de CSI: Las Vegas, la labor de Quentin Tarantino a cargo de la serie se antoja espectacular y rebosante de originalidad, como (casi) toda su filmografía.
Con Peligro Sepulcral, episodio que da fin (de momento) a una de las series más exitosas de los últimos años (que cuenta con varios spin-offs protagonizados por los laboratorios criminalísticos de diferentes ciudades, como Miami y Nueva York), Tarantino, a cargo de guión y dirección, se destapa como un acérrimo seguidor de la serie, y mezcla pasajes del pasado de muchos de los personajes en una trama espectacular y angustiosa, claustrofóbica, en la que abundan los elementos que definen el cine tarantiniano.
Así, podemos ver muchas de sus constantes o algunos de sus elementos característicos, como la auto-censura acromática de escenas especialmente violentas o gore, su curioso sentido del humor (negro, muy negro), e, incluso, escenas calcadas de films propios, que se descubren como un guiño del director a los fans de su cine.
Además también podemos ver, si somos un poco avispados, un fugaz guiño a su último ahijado, Eli Roth (director, guionista y productor de Cabin Fever y Hostel).
Lo más significativo de su propuesta a ojos del aficionado y seguidor habitual de CSI es lo bien que Tarantino parece conocer la historia y el pasado de cada uno de los protagonistas, destacando sobre todo la caracterización de personajes y alguna revelación o sentimiento que se mantenía oculto, pero que sale a flote en esta horrible pesadilla que une más que nunca a los miembros del CSI.
A pesar de todos estos puntos a su favor, dos cosas son las que destacan en el cierre de esta quinta temporada: la maestría con la que una y otra vez Tarantino nos engaña, suspende nuestra alegría en una muestra más de su buen gusto a la hora de manejar una cámara, que no se limita únicamente a mostrarnos dinámicas imágenes, sino que nos hace sentir, con unos exquisitos paralelos que nos pondrán los pelos de punta y nos desesperarán, la impotencia de los propios protagonistas; y las interpretaciones de los protagonistas, sobresaliendo entre todos ellos las de los dos principales afectados: Warrick, que es revuelto en su interior por aquellos fatídicos recuerdos que afloran en él (su desesperación y su impotencia, su propio castigo autoimpuesto que le harán revivir sus errores del pasado y la pérdida de otra compañera por dichos errores), y Nick, que hace que sintamos en nuestras propias carnes su miedo, pero también su último aliento, su última bocanada de esperanza.
Además, ayer pudimos ver en Cuatrosfera las señas de identidad del cine de terror actual gracias a un especialista coloborador de Fotogramas, Jordi Costa, con un repaso a los elementos más importantes del cine de Eli Roth y de James Wang (Saw), al cine más terrorífico que se nos hecha encima (con Three... Extremes (de Fruit-Chan, Park Chan-Wook y Takashi Miike) y Grind House (de Tarantino y Robert Rodríguez)) y una curiosa comparación del terror de los 70 con sus respectivos remakes actuales, por lo que, si aún no sabes que puede ofrecerte este género tan influyente, no debes perdértelo (eso sí, cuando lo cuelguen en la web de Cuatro en el espacio dedicado al programa).
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