10 julio 2006

Crónica de una muerte anunciada

Es una pena que uno de los mejores jugadores de fútbol de la historia se despida de esta manera, con una de cal y dos de arena: la de cal, el ser elegido como mejor jugador del Mundial; las de arena, la pérdida de la Copa del Mundo (¡aaaaaaaah! ¡Éste ingrato deporte que olvida a los segundones, y los priva de toda gloria!), el mayor premio que puede recibir un futbolista (y un magnífico broche final para la carrera de todo profesional), y su última despedida de la peor manera posible, expulsado por un agresión a un rival, el italiano Materazzi.


De todas maneras, a los amantes del buen fútbol (y, por ende, de este mago del balón), poco debe de importarnos este último arranque violento de Zidane (de esos que a veces, muy pocas, pero a veces, suele tener), o por lo menos, la historia de este grandísimo deporte seguro olvidará o, como mínimo, la sepultará entre tantos mágicos momentos.
No creo que esta última pérdida del control se pueda igualar a los momentos que, acariciando el balón, Zidane nos ha hecho creer que las maravillas que él realizaba con el balón eran fáciles, haciéndonos recordar, como si regresáramos a nuestra niñez, por qué amamos el fútbol.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Enjoyed a lot!
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